Para ello, vamos a empezar a lo grande, con una nueva propuesta: que nuestro blog sirva como plataforma para cualquier joven AIL de nosotros pueda presentar o explicar en lo que estamos trabajando, nuestros proyectos, nuestras tesis, nuestros artículos... ¿qué os parece? ¿Nos animamos? ¡Claro que sí!
Esta idea nos ha surgido tras conocer el interesantísimo blog de la Asociación de Jóvenes Investigadores de la universidad de Murcia, AJIUM, donde nuestro compañero Tano ha escrito un gran artículo, que os transcribimos en este mismo post, un par de párrafos más abajo (¡Gracias, Tano, por darnos permiso!).
Enlaces de interés:
Los factores estresantes de origen natural y humano generan patrones de biodiversidad distintos
A destacar:
- El estrés de origen natural ha persistido millones de años favoreciendo la evolución
- El estrés de origen humano impone condiciones nuevas
- Ambos tipos de estrés producen un descenso en la diversidad de organismos
- El estrés natural favorece que los ecosistemas muestren especies distintas y adaptadas en función del nivel de estrés (las especies se reemplazan en función de su tolerancia)
- El estrés humano produce una pérdida neta de especies (las especies desaparecen en función de su tolerancia)
Cuando pensamos en estrés nos vienen a la cabeza conceptos que varían desde las molestias o la incomodidad, hasta el dolor, las enfermedades o incluso la muerte. Además, la sensación de estrés suele llevar asociada la persistencia en el tiempo. En términos biológicos, el término estrés se puede definir como las condiciones que, excediendo el rango habitual experimentado por los organismos, pueden causar daños biológicos. Existen numerosos ejemplos de estrés biológico que surgen a la par que la civilización industrial, como puedan ser la contaminación por metales pesados, pesticidas, la lluvia ácida, el cambio climático o las especies invasoras. Sin embargo también existen factores estresantes de origen natural como el frío polar, las grandes altitudes, la aridez de los desiertos o la salinidad extrema de algunos lagos o mares. La gran diferencia entre ambos tipos de estrés reside en su persistencia histórica y, en consecuencia, en el grado en que los organismos están adaptados al factor estresante (son capaces de hacer frente a condiciones estresantes que provoca). El estrés de origen natural ha persistido en la Tierra durante millones de años permitiendo que un número reducido de especialistas puedan desarrollar las adaptaciones necesarias para sobrevivir en estos medios a través de la evolución. Por ejemplo, en regiones áridas las plantas tienen hojas y mecanismos fotosintéticos adaptados para minimizar la pérdida de agua. En cambio, el estrés de origen humano impone condiciones nuevas para los organismos que, normalmente, no pueden adaptarse y acaban muriendo o buscando condiciones más propicias. De ahí, a que estemos sufriendo una dramática pérdida de especies conforme modificamos la naturaleza.
En este estudio hemos demostrado que los factores estresantes de origen natural y humano tienen efectos distintos en la biodiversidad. Para ello, hemos usado los ríos (Fig. 1) y los invertebrados acuáticos (pequeños insectos, moluscos, crustáceos, etc.) como modelos para el estudio del efecto del estrés en la biodiversidad. Para representar el estrés de origen natural tomamos muestras de ríos del sur y sureste español donde existe una gran variabilidad en la concentración de sales de origen natural (salinidad) que están asociadas a depósitos salinos de origen geológico (después de que el mar cubriera la mitad oriental de la península ibérica hace millones de años dejó grandes cantidades de sal tras su retirada). También recopilamos muestras de un gradiente de altitud en la región del Himalaya Menor (Nepal). Como ejemplos de estrés de origen humano recogimos información acerca de ríos afectados por lluvia ácida en Gales (Gran Bretaña) y otros afectados por metales pesados debido a la minería (Inglaterra, Gran Bretaña). También, obtuvimos datos de ríos que sufrían una gran intensificación agrícola y urbana en el sur y sureste ibérico. Los resultados de nuestro trabajo mostraron que todos los factores estresantes disminuían el número de organismos que son capaces de vivir a altas intensidades de estrés (reducción de la diversidad de especies). Sin embargo, los cambios en la composición de especies en respuesta al estrés se produjeron de manera distinta según se tratara de estrés de origen natural o humano. A lo largo de los gradientes de estrés natural (salinidad y altitud, Fig. 2a), las especies se fueron reemplazando de tal manera que los sitios con bajo nivel de estrés presentaban unas especies totalmente distintas a las que aparecían a altos niveles de estrés (por ejemplo, las especies 1-4 sólo están presentes en el sitio de menor estrés, mientras que la especie 10 sólo aparece cuando el estrés es muy intenso). Sin embargo, a lo largo de los gradientes de estrés humano (acidez, metales pesados e intensificación de agricultura y urbanismo, Fig. 2b), el estrés hizo que sólo las especies más tolerantes sobrevivieran cuando el estrés se hacía más intenso, sin que apenas hubiera reemplazamiento de especies (por ejemplo, la especie 1 en la Fig 2b).
Estos resultados tienen profundas connotaciones para la conservación de la biodiversidad. Como se observa en la Figura 2, el hecho de que podamos encontrar especies distintas en función del nivel de estrés natural, indica que el conjunto regional de especies será mayor (10 especies en el ejemplo de la Fig. 2) si conservamos un número suficiente de sitios que recoja la variabilidad ambiental de estrés natural.
En cambio, en estrés humano produce una pérdida neta de especies conforme se incrementa el estrés, sin llegar a aumentar la diversidad regional (Fig. 2, 4 especies), por lo que será necesario proteger los sitios en mejor estado y proceder a la restauración de los que estén más afectados.
- Autor y correo:
Cayetano Gutiérrez Cánovas, cayeguti@um.es
- Enlace:
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